Hace años, muchos años, la ciudad Cenicienta de España, asistió al baile y el príncipe se enamoró de ella. Estoy hablando de Valencia y el cambio tan impresionante que dio de la mano de Rita Barberá.
Pasó de ser gris a resurgir y colocarse por fin, en el mapa internacional, lugar que por historia y patrimonio le pertenece.
Pero todo lo bueno puede dar un giro inesperado y no necesariamente para bien.
Los valencianos no fuimos conscientes de que tras unas elecciones, un pacto de perdedores se haría con el poder y empezaría con ellos una etapa de decadencia sin límites.
Una ciudad es como un corte de buen paño, si eres un buen sastre sacarás un maravilloso traje, pero si eres un ignorante garrulo, harás una pieza sin sentido, fea y muy difícil de poner.
Desde que Joan Ribò es alcalde, nuestra ciudad se ha ido degradando, barrio a barrio ha crecido la delincuencia sin que, por lo visto se hayan aumentado las dotaciones policiales, ni hay voluntad de hacerlo.
Se ha llenado la ciudad de carriles bici, que ocasionan atascos y accidentes, no puedes pretender que todo el mundo vaya en bicicleta sin antes no has educado previamente a la población.
Empresas públicas como la EMT quebradas, mantenidas a golpe de talonario, multas por cualquier motivo, prohibiciones y contratos menores que están siendo investigados.
Calles como la de Colón, antes fluidas, se han convertido en ratoneras con un aumento de tráfico y polución.
Los jardines están sin cuidar, las ramas se caen y es cuestión de tiempo que maten a alguien, arbustos, hierbas creciendo sin que nadie las elimine.
El Casco Histórico, visitado por cientos de turistas al día, se ha degradado lleno de pintadas, orines y con su mobiliario urbano roto y en muy mal estado.
Edificios emblemáticos poco cuidados y remodelación de plazas para dejarlas llenas de cemento eliminando arbolado
He dejado para lo último porque es lo más importante, el aumento de la pobreza en la propia ciudad, gente sin techo durmiendo en cualquier lugar, portales, cajeros automáticos, tiendas de campaña en las calles y en los puentes del cauce del río Turia.
Esas personas podrían dejar de vivir en la calle, tan sólo habría que gestionar bien los recursos y que los impuestos se destinaran a cubrir las verdaderas necesidades del ciudadano.
Pero por desgracia, Ribò y sus concejales se dedican a financiar chiringuitos y organizaciones afines, olvidándose
de que el dinero no es suyo y por tanto gestionarlo de forma irracional sería un delito.
El descontento de los valencianos va en aumento, las quejas, las protestas se incrementan, sin que al señor alcalde muestre ningún interés en escucharlas.
Así las cosas, si en mayo los valencianos vuelven a votar a Compromìs o al PSOE, éstos acabarán de hundir a Valencia, metiéndola en un agujero profundo del que le será muy difícil salir.
El panorama es descorazonador. “Qué buen vasallo sería si tuviera buen señor”. Amparo Blay