El pequeño pueblo cacereño acoge el único cementerio militar Aleman de toda España, con los restos de 180 soldados fallecidos durante la I y la II Guerra Mundial en España o cerca de sus costas.

Los periodos vacaciones bien organizados nos ayudan a descubrir lugares impresionantes y parajes de ensueño y tambien experiencias diferentes, como la visita a este cementerio durante nuestras vacaciones, os cuento mas:

En esa ladera de la sierra de Gredos, veintiséis olivos cobijan con su sombra una formación de cruces grisáceas exactamente iguales. Una imagen impactante: 180 sencillas cruces de granito oscuro, cuidadosamente alineadas. El cementerio consta aproximadamente de 3.850 metros cuadrados, con robles y alcornoques rodeando una capilla y el claro donde están enterrados esos militares caídos en época de guerra. Al lado de la carretera que sube al monasterio, una pequeña muralla y un igualmente pequeño aparcamiento adosado al arcén, da paso a un sendero que conduce hasta la capilla. En torno a esta se encuentran, por un lado, los jardines y, del otro, tres patios funerarios y las tumbas. Al llegar a la puerta de la capilla, posiblemente uno se tope con Pedro, un amable rumano que dice vivir allí y que se ofrece como oficioso guía a quien lo desee. Muy cerca de él dormita un perro llamado Pablo. Viste un mono azul, sonríe constantemente y en sus ojos no hay ni rastro de locura, al contrario, son serenos y amistosos. Paseando por entre las tumbas uno se pregunta muchas cosas, y también en qué lugar dormirán Pedro y su perro, cómo serán las noches en aquel lugar, en mitad de una carretera algo escarpada de una sierra fecunda, acompañado de cruces de granito.

Grabadas en las cruces puede leerse el nombre del militar, su rango y el día de su fallecimiento. Bajo ellas se encuentran enterrados aviadores y marinos alemanes de la I y la II Guerra Mundial que llegaron a las costas y tierras españolas debido a naufragios o al derribo de sus aviones; 26 militares de la Gran Guerra, 129 de la II Guerra Mundial, la mayoría de ellos pertenecientes al Ejército del Aire (Luftwaffe) y a la Marina de Guerra (Kriegsmarine), 25 In memoriam (no contienen restos), y ocho son de soldados desconocidos. No hay ningún otro símbolo más allá del silencio que envuelve el lugar.

Después de la Gran Guerra, a finales de 1919, nació en Alemania la Comisión de Cementerios de Guerra Alemanes (Volksbund Deutsche Kriegsgräberfürsorge), una asociación no gubernamental cuyo objetivo era buscar, promover y conservar las tumbas de los militares fallecidos fuera de sus fronteras. Dicha entidad ha estado activa desde entonces, con un pequeño “paréntesis” durante la II Guerra Mundial, manteniendo un total de 827 camposantos en 45 países. En 1954 recibió el encargo del Gobierno de la República Federal de Alemania de buscar en el extranjero las sepulturas de los soldados alemanes, no para repatriarlos, sino para reunificarlos, creando para ello cementerios propios en esos determinados países.

La Comisión adquirió en 1975 un terreno en el que finalmente se establecería el cementerio militar alemán, concretamente en el municipio de Cuacos de Yuste. El motivo de su ubicación hay que buscarlo en el monasterio donde el emperador Carlos de Austria o Habsburgo, conocido como Carlos I de España y V de Alemania, pasó sus últimos meses: en 1556 el emperador Carlos abdicó, dejando sus reinos en manos de su hermano y su hijo, e instalándose en la comarca de La Vera a fin de encontrar mejoría para la molesta enfermedad que le aquejaba, la gota. Mientras se hospedaba en el castillo de Oropesa por cortesía de Fernando Álvarez de Toledo y Figueroa, mandó construir junto al monasterio de Yuste una casa-palacio, donde se hospedó desde febrero de 1557. Poco más de un año después fallecería, el 21 de septiembre de 1558. Ese es el motivo principal que explica por qué dicho cementerio se encuentra allí. Aunque en 1573 Felipe II trasladó los restos de Carlos V de Cuacos de Yuste al Panteón de Reyes del monasterio de El Escorial, siempre fue el deseo del emperador Carlos que sus restos descansasen donde falleció. Resulta imposible imaginar el deseo último de los soldados alemanes que fueron trasladados a unas decenas de metros del monasterio, pero seguramente ninguno imaginó que pudiese ser aquel.

En junio de 1980 comenzaron las obras del cementerio. Al mismo tiempo, una joven empleada de la embajada alemana en España, llamada Gabriele Marianne Poppelreuter, iniciaba la búsqueda de las tumbas de todos los soldados alemanes que se hallaban distribuidas por el país con el fin de trasladarlos al futuro cementerio. Tardó tres años en dar por finalizado su trabajo –recorriendo más de 15.000 kilómetros para ello–. Los restos de los militares fueron introducidos en urnas precintadas y rotuladas que fueron almacenadas en una sala del palacio del monasterio hasta la finalización de las obras. El cementerio se inauguró el 1 de junio de 1983 con una misa oficiada conjuntamente por un sacerdote protestante y el abad del monasterio de Yuste.

Una placa en la entrada del recinto explica su origen, señalando que los soldados “pertenecieron a tripulaciones de aviones, submarinos y otros navíos de la Armada hundidos. Algunos de ellos murieron en hospitales”. Ninguno de los enterrados en Cáceres perteneció a la Legión Cóndor que luchó en la Guerra Civil española. “Sus tumbas estaban repartidas por toda España, allí donde el mar los arrojó a tierra, donde cayeron sus aviones o donde murieron”.

 

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